Luego de seis horas en autobús llego a mi segundo destino en esta vuelta a Cuba: Trinidad, una ciudad museo a cielo abierto al centro de la isla.

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Asentada en las costas del mar Caribe, esta villa fue fundada por los españoles en el año 1514, siendo esta la tercera de las siete primeras ciudades con que contó la nación.

Las siete primeras villas:

Baracoa, Bayamo, Trinidad, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba, Puerto Príncipe (hoy Camagüey) y La Habana, antiguamente, San Cristobal de La Habana.

La magia de esta ciudad radica en que al caminar por sus calles uno puede experimentar lo que significó vivir allí hace cinco siglos atrás. El centro histórico de la ciudad se conserva tal y como lo fundaran. Sus calles empedradas, sus mansiones, palacetes e iglesias se mantienen con el brillo de aquellos tiempos.

Este lugar fue uno de los epicentros mundiales en la producción de azúcar, llegando a ostentar el primer lugar a inicios del siglo XIX. Por ello, no muy lejos de la urbe, se encuentra el Valle de los Ingenios, donde también se conservan construcciones del período colonial. Entre ellas resalta la torre inclinada de Manaca-Iznaga, símbolo indiscutible de la ciudad.

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Al caminar por las calles vemos que en esta parte de Cuba destaca la población negra, lo cual responde al hecho de que aquí existieron grandes concentraciones de esclavos traídos de África y luego reproducidos en la zona. Su gente, hospitalaria y sencilla, tiene aún fama de ser brava y rebelde. Mucho antes de que se iniciara la revolución de 1868, en Trinidad también existieron conspiraciones independentistas.

Al llegar a la ciudad (9:00 am) una suave llovizna me dio la bienvenida, prometiendo escampar muy pronto y dejar el cielo cubierto de nubes para que me paseara sin el castigo del potente Sol de verano.

Así, respirando el aire puro que baja de las montañas del Escambray y que llega muy fresco proveniente del mar, puede recorrer cada calle y parque. Pude advertir el notable esfuerzo con que se han reparado muchos edificios. Todos dicen que después de la celebración por e 500 aniversarios, que tuvo lugar en el 2014, Trinidad luce el brillo que hace mucho no había tenido.

Al ser verano, temporada baja para el turismo extranjero, la ciudad se pasea mucho mejor. La experiencia es más tranquila e íntima. Las fotos y las impresiones de primera vista también quedan mucho mejor.

De aquí me voy encantado. Espero que las fotos les gusten y puedan transmitirle algo de mi experiencia. En mi cuenta de Instagram puede encontrar muchas más. Ahora espero el bus para dirigirme a mi nuevo destino. ¿Adivinan cuál será? Les adelanto que también es una de las siete villas fundacionales.

Hasta la próxima!

Andrey VR