A día de hoy, cuando en nuestro hablar cotidiano utilizamos palabras que proviene del inglés o de otro idioma, lo asociamos a la globalización. Realmente este es un proceso más complicado y tan viejo como la humanidad misma. Sin embargo, cuando miramos qué tipos de palabras son esas que no llegan de otro idioma en estos últimos tiempos (desde casi un siglo atrás) descubrimos ciertos fenómenos que delatan un origen mucho más peligroso del que sospechábamos.
Con esto último me refiero concretamente a los términos y frases relacionados con la ciencia, la tecnología y la sociedad del conocimiento. Hoy decimos “vamos a chatear”, “me compré un ruter (rooter)”, “el maus (mouse) no me funciona” y etc. Muchas de ellas cuentan con su equivalente en nuestro idioma, otras, no nos queda más remedio que aceptarlas por no contar con ellas en nuestras lenguas. Por una razón un otra la dinámica comunicacional y de aprendizaje nos obliga en la mayoría de los casos a hacer uso del término extranjero. ¿Por qué?
Algunos responden: “Ellos fueron los que inventaron la tecnología y son quienes ponen los nombres” o “Cuando hablas sobre el tema tienes que emplear el término original, de lo contrario o no te entienden o caes mal en la conversación”.
Y sí, si la tecnología fue creada en un país angloparlante, pues no es de extrañar que importemos las palabras junto con los equipos y hasta sus marcas. Hace unos días escuché decir: “En el policlínico ya arreglaron el Hitashi”. ¿Qué es eso?, me pregunté yo. Al instante comprendí que las personas denominaban a la máquina según la marca, aquello que está escrito en uno de sus laterales en grande y rojo.
Este fenómeno lo vemos con la inocencia de entender el idioma como algo vivo, que toma de aquí y de allá para vivir y evolucionar según las épocas históricas en que se desarrolla. Sin embargo, en tiempos donde todos creamos, pero no nombramos, nos debemos dar cuenta de que son los poderosos dueños los que disponen de las palabras.
En época de capitalismo todos participamos en los procesos de producción, ya seas obrero en la fábrica o maestro en la escuela, pero no todos somos los dueños de nuestro trabajo y creatividad. Al final es el capitalista quien dispone de la riqueza que se crea y paga al empleado un salario que está muy por debajo del valor de aquello que ha creado.
Paralelo a ese efecto van las palabras, sus significados y sus significantes, y mientras más dominado esté el mundo por un pequeño grupo de poderosos, más estarán dominadas las palabras y el mundo simbólico que ellas crean. Esto pudiera verse como una de las fuentes más eficaces de dominación del capitalismo imperialista de los últimos cien años.
A los del tercer mundo, además de ver cómo nuestros países son exprimidos por grupos transnacionales o capitales extranjeros, nos vemos obligados además a importar incluso las palabras y las ideas que ellos crearon, muchas veces, con los productos que aquí saquearon.
La buena noticia es que el poder de la palabra no se reduce a la creación de un pequeño grupo internacional de capitalistas, sino que basta una voz muy pobre en el centro de África para destruir al más grande de los imperios. La historia lo ha demostrado muchas veces. El objetivo de recurrir una vez más a estas tesis es un ejercicio de recordación para que no olvidemos de dónde viene todo y del poder que reside en cada una de nuestras propias palabras. seamos cuidadosos al hablar y ejercitemos día a día el poder que poseen cada una de nuestras propias palabras.
Andrey VR
SUGERENCIA: Escribir: entre crear y vender (Mi video en youtube)
Un articulo muy interesante, en el que comparto especialmente tu opinión cuando dices que el poder de la palabra es mucho más poderoso de lo que la gente considera.
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Así es! Es un recurso que habitualmente infravaloramos, subestimamos. Y resulta que con La Palabra todo se puede hacer.
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Totalmente de acuerdo!
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Hay mucho de cierto en esto, pero es inevitable en la marcha de los idiomas. En la Cuba de mi juventud era frecuente escuchar sobre alguien que estaba un poco mal de su cabeza : “A fulano le patina el cloche” Uno de muchos ejemplos del imperialismo automotriz.
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Hay muchas cosas inevitables en el devenir de un idioma. Entre estas nuestra capacidad individual y colectiva de influir en ello. Por lo que abogo es que la construcción de la vida del idioma sea más democrática y que no permitamos que se normalice el hecho de que sean unos pocos los que impongan la norma. Si nos lo proponemos, crear palabras todos juntos, desde abajo, también sería algo inevitable.
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Maravilloso, realmente el poder de la palabra es único y se puede desplegar sin límite alguno.
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Solo queda andar el difícil camino de estudiarlo para que podamos usarlo sabiamente.
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Claro, así es.
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Comparto tus opiniones y me alegra. Yo soy de los «raros» que escriben en «cuadernos» o «bitácoras», usan «tableta» y -gustándome y practicando el tenis- juega con «pelotas», usa el golpe de «derecha» igual que el de revés, hace «pases» y saques directos, consigue superar los «empates», tiene «punto» de partido, juega con el «paralelo» cuando puede, le hacen «roturas» o «rompe el servicio», etc. etc. ¡Incluso uso los signos expresivos de apertura y cierre! ¿Seré raro…? Creo que para el común de los usuarios, incluso resultaré anticuado. Pero seguiré interesándome tanto por el fondo como por las formas que otros pierden… y se quedan también sin fondo, en la pura banalidad. Salud.
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Hola Julio! No hay nada de raro en lo que me cuenta! Solo veo belleza y originalidad. Lo importante es que escribamos sintiéndonos bien y siendo nosotros mismos. Las convenciones y reglas son algo transitorio.
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No puedo compartir por facebook, parece no funcionar el enlace. Está bueno el artículo y lo relaciono con una publicación relacionada con “las vainas de la lengua”. Buen día.
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Gracias por el intento al menos!
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Muy interesante el artículo. Concuerdo en que el poder de la palabra es inmenso y muchas veces (más de las que creemos) no nos damos cuenta de lo valioso que es. Una entrada para reflexionar.
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Espero poder escribir más sobre este tema en el futuro crecano. Gracias por visitar mi blog! Saludos!
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Las pervierten, las abstraen… La palabra democracia, por ejemplo.
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Estoy de acuerdo y no, no soy purista de lenguas. Donde yo vivo nos encontramos con el spanglish de forma hablada entre hispanos, tiene su encanto porque representa una realidad que no es general en los demás países de habla hispana, aunque los puristas experimenten retortijones, así cambian las lenguas, incluso de forma escrita. Como dices, desde la antigüedad vemos en todos los idiomas que las raíces de muchas palabras residen en otros idiomas. La etimología es fascinante. Claro que esto de las raíces etimológicas tomará más tiempo en cocinarse. Por otro lado, respetar las reglas ortográficas de cada idioma es otro tema. Las lenguas que expresan su cultura en actualidad son las más democráticas. A mí me encantan las diferencias entre el español de cada país de habla hispana, cuando habla un dominicano con un panameño o un mexicano, nos damos cuenta que cada país ha adoptado términos que connotan algo de su cultura particular, y eso me gusta. Pero bueno, lo de politizar los idiomas es como ensuciar el agua del río.
En cuanto a pensar el lenguaje comercial que adoptamos a diario, concuerdo con tu “texto” uff, casi escribí post, para pensar mejor.
Saludos.
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Es muy bueno el manejo que le das al escrito y nos falta valorar más nuestro idioma que es muy diverso y completo
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Por el poder de la palabra, entre las siete artes pitagóricas se encuentran la gramática ,la dialéctica y la retórica.
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